jueves, 9 de abril de 2009

Respiró hondo una vez más y clavó la mirada ausente en el suelo durante un buen rato. Torció levemente los labios. Cuando levantó los ojos, me parecieron diferentes, mucho más duros, como si el oro líquido se hubiese congelado y vuelto sólido.
- Bella, no quiero que me acompañes - pronunció las palabras de forma concisa y precisa sin apartar los ojos fríos de mi rostro, observáncose mientras yo comprendía lo que me decía en realidad.
Hubo una pausa durante la cual repetí esas palabras en mi fuero interno varias veces, tamizándolas para encontrar la verdad oculta detrás de ellas.
- ¿Tú... no... me quieres?
- No.
Lo miré sin comprender aún.
- En cierto modo te he querido, por supuesto, pero lo que pasó la otra noche me hizo darme cuenta de que necesito un cambio. Porque me he cansado de intentar ser lo que no soy. No soy humano - me miró de nuevo; ahora, sin duda, las facciones heladas de su rostro no eran humanas -. He permitido que esto llegara demasiado lejos y lo lamento mucho.
- No. No lo hagas.
Se limitó a observarme durante un instante, pero pude ver en sus ojos que mis palabras habían ido demasiado lejos. Sin embargo, él también lo había hecho.
- No me convienes, Bella.

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