sábado, 20 de junio de 2009

- Eres imposible - comentó y soltó una carcajada breve, seca y frustrada -. ¿De qué manera te puedo explicar esto para que me creas? No estás dormida ni muerta. Estoy aquí y te quiero. Siempre te he querido y siempre te querré. Cada segundo de los que estuve lejos estuve pensando en ti, viendo tu rostro en mi mente. Cuando te dije que no te quería ... ésa fue la más negra de las blasfemias.
Sacudí la cabeza mientras las lágrimas continuaban cayendo desde las comisuras de mis ojos.
- No me crees, ¿verdad? - susurró, con el rostro aún más pálido de lo habitual -.Puedo verlo incluso con esta luz. ¿Por qué te crees la mentira y no puedes aceptar la verdad?
- Nunca ha tenido sentido que me quisieras - le expliqué, y la voz se me quebró dos veces -. Siempre lo he sabido.

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