sábado, 24 de enero de 2009

Ahogándose en un vaso de agua

Salí hacia el pueblo y compré las cosas que papá quería de la tienda. No había mucha gente en las calles; sólo alguno que otro turista que paseaba admirando las cabañas cubiertas de piedra arenisca de color y las macetas con flores que había por doquier. Kingsand se orgullece de su aspecto y ha ganado muchas veces el premio al Pueblo Mejor Conservado.
Bajé por las callejuela angosta hasta la bahía. No me gustaría vivir aquí, pensé, contemplando algunas de las casas a los costados de la calle. Debe ser así todo el tiempo: siempre con extraños que pasan y espían la sala de tu casa. En una ventana, una familia se sentaba a l
a mesa mientras la madre servía el desayuno. Aparté la vista. A veces todavía me duele ver familias felices con una madre. Me pregunto si saben la suerte que tienen.
Decidí atravesar el pueblo hasta la siguiente bahía, la de Cawsand. Kingsand y Cawsand son pueblos mellizos, uno al lado del otro, y los dos tienen bahías con arena, de fácil acceso. Antes de enfermarse, mamá solía traernos a la Bahía de Cawsand porque es menos peligrosa para nadar. Pasábamos horas mirando los barcos y la gente que jugaba en la playa.

Crucé el pueblo y llegúe a la plaza de Cawsand; luego doblé hacia la bahía. Había apenas un par de personas: una
mujer sentada en la cafetería y un chico en el otro extremo de la playa. Fui a sentarme junto a las rocas de la izquierda y contemplé el mar. Algunos días extraño mucho a mamá. La mayor parte del tiempo estoy bien. Tengo catorce años y sé que ella se fue y no volverá. Pero hay días en que no me siento tan adulta y deseo que estuviera aquí para poder acurrucarme junto a ella y sentirme cuidada. Ser adulto puede ser confuso a veces y no sé lo que quiero. Estoy segura de que ella me habría entendido. Deben ser mis hormonas, pensé, enjugándome una lágrima.
De pronto, el chico al que había visto en el otro
extremo de la playa se dejó caer a mi lado en la arena. Había estado tan absorta en mis pensamientos que no lo había oído acercarse.
- Todo esto en increíble, ¿no? - dijo
, abarcando la bahía con un gesto de la mano.
Me volví hacia él y sentí como si algo me apretara el pecho.

Dios míooo. Era Ollie Axford sentado a mi lado
en pantalones cortos y camiseta negra. Estiró sus largas piernas bronceadas. Total y absolutamente hermoso. Cabello negrísimo, ojos azules y un hoyuelo encantador en
el mentón.
- ¿ Te comieron la lengua los ratones ? - preguntó, sonriendo.
Me di cuenta de que habría estado m
irándolo fijo. Muy fijo, diría yo.
- Imposible, llamándome como me llamo.
Me miró con
desconcierto.
- Cat. Me llamo Catherine, pero todos me dicen Cat.
- Qué bien - dijo, mirándome de arriba abajo de una manera que me hizo ruborizar -. Es un bonito nombre. Te sienta bien. Pareces una gata sentada aquí sola. No arañas, ¿o sí?

Reí.
- Sólo si me provocan. En ese caso, también muer
do.
Sonrió y levantó una ceja.
- No me digas. Suena peligroso. Mejor me porto bien, entonces. Si te acaricio, ¿ronronearás?

Y empezó a acariciarme el brazo suavemente. Dios mío, Dios mío, Dios mío !
- En casa tenemos gatos - prosiguió -
. Son muy independientes, ¿no? ¿Tú eres así?
- Supongo que puedo serlo.

Se acercó más.

- Pero también pueden ser muy afectuosos, si les caes bien.

Reí.
- Sí, pero hay que ganárselos.

No podía creerlo. Estaba coqueteando con él y él, conmigo. Ollie Axford. Y yo. En la playa. Solos. Aayyy !



...


- Y ¿qué hacías sentada aquí sola?
Bajé la vista a la arena.

- Nada.
- A mí me parece que pensabas en algo. Vamos,
habla. Sé escuchar.
- Estaba ... pensando en mi madre.
- ¿Por qué? ¿Tuvieron una discusión?
- No. Ella solía traerme aquí cuando era pequeña. Murió hace cinco años. Yo ... la echo de menos y este lugar me la recuerda.
No sabía por qué estaba contándole eso. Nunca le habías ducho a nadie que ese era mi sitio especial cuando quería sentirme cerca de ella. Aprendí muy pronto que algunas personas se sienten incómodas al oír hablar de la muerte. Como que no saben qué decir, o te salen con una tontería
y es obvio que les da vergüenza y te tienen lástima, y detesto eso.
Pero Ollie me miraba con bondad. Hice un esfuerzo por sonreír.

- Lo siento. No suelo ser así. Es sólo que hoy estuve pensando en ella y me sentí un poco triste.
- Es comprensible - dijo -. Significa que la querías mucho. - Se puso de pie en un salto -. Vamos, te invito un helado y luego iremos a remar.
Miré la bolsa de las compras a mis pies, y luego, aquella visión d
e pie ante mí, que me sonreía. Lo siento, papá, pensé. Tendrás que esperar. Oportunidades como ésta no se presentan todos los días, al menos no por aquí.
Además, aún tenía que mencionar a Becca. Pasamos la siguiente hora conversando sobre todo. Era muy simpático. No, simpático, no; era divino, divino, divino, y me hacía sentir igual. Como si yo fuera la persona más interesante y atractiva del planeta.
- ¡Ip! - exclamé, mirando el reloj -. Tengo que irme.

- ¿Ip? - rio - . ¿Qué clase de palabra es esa?

Yo también reí.

- Es el sonido que hace nuestro ordenador en casa cuando cometo a
lgún error. Ip, Ip. Se me grabó en el cerebro y ahora, siempre que hago algo mal, me sale como un aviso.
Me tomó de la mano.
- ¿Y ahora estás haciendo algo malo?

Ip, ip, ip, repetía una voz en mi cabeza mientras me inundaba una sensación cálida y deliciosa.
- Ehh, no, es sólo que ... debería haber vuelto hace muchísimo.
Llevaba mucho tiempo con él en la playa. Aún no había mencionado a Becca y él me tomaba de la mano. Ip, doble ip.
- Esteee ... ¿Ollie?
- - dijo, entrelazando sus dedos con los míos.
- Esteee ... eh ... Tengo una amiga, es decir, ¿te has fijado en alguien del puebl
o?
Ollie empezó a jugar con mis dedos y sentí que mi cerebro iba a derretirse.

- Me he fijado en mucha gente del pueblo. En la señora del correo, en ...
- No, me refiero a alguna chica.
Ollie sonrió.
- Yo me fijo en todas las chicas.
- Pero hay una en particular. - No me estaba saliend
o bien. Me obligué a pensar- .Es que tengo una amiga.
- Ah - dijo Ollie mirándome a los ojos - . Una amiga. Bien. ¿Qué hay de tu amiga?
- Bueno, ella se ha fijado en ti y ...
No sabía que el s
olo hecho de que alguien te mirar pudiera provocar tal caos interno. Me parecía que el tiempo se había hecho más lento pero mi corazón se había acelerado. Lo oía latir con fuerza en mi pecho.
Ollie llevó su otra mano a mi cuello y pasó los dedos suavemente entre mi cabello.
- Ah, ¿sí? Cuéntame más sobre esa ... amiga tuya.
Ip, ip, iiiiiip.
- Bueno, creo que le gutas y ...
Me atrajo hacia él y me besó. Un beso suave que me recorrió hasta las puntas de los pies ida y vuelta.
- Quise hacer eso desde la primera vez que te vi - susurró, contra mi cuello.




" Mentiras Inocentes " ; Cathy Hopkins

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