martes, 27 de enero de 2009

Cenicienta

Lia llamó por teléfono el sábado por la mañana, cuando yo estaba limpiando el baño.
- ¿Quieres venir? - preguntó -. Llegaron unos amigos de mamá y salieron todos a cabalgar, y estoy aburrida.
- No puedo - suspiré -. Los sábados tengo que hacer las tareas de la casa.
Lia pareció decepcionarse.
- Pero Becca viene. A ver si puedes venir más tarde.
Colgué el teléfono y vi que Jen estaba detrás de mó.
- ¿Quién era? - me preguntó.
- Lia Axford - respondí -. Me invitó a su casa. Pero todavía no terminé con el baño, y después tengo...
Jen puso la mano sobre mi hombro y lo apretó con afecto.
- Yo me encargo, Cenicienta. Ve al baile.
Media hora después, iba camino a la casa de Lia. Jen había estado fantástica. Susurró algo al oído de papá y, asombrosamente, él me dejó ir. Todo un día sin trabajo. ¡Viva!
Ojalá Jen viviera siempre con nosotros, pensé; la vida sería fabulosa. Sé que a papá le preocupa cómo lo tomemos mis hermanos y yo, pero nos encantaría. Traté de hablar de eso con él hace un par de semanas, pero cambió rápidamente de tema. Es una pena, porque a todos nos gusta Jen y queremos que él sea feliz, pero cuando intenté decírselo, murmuró algo sobre que somos su responsabilidad, y luego se fue al almacén.
Todo esto que he estado pensando últimamente sobre la verdad y la sinceridad se aplica también a mí y a papá. No es exactamente que no seamos sinceros entre nosotros, sino más bien que no nos decimos toda la verdad. Decidí que un día tendríamos que sentarnos y tener una charla en serio. Algún día, cuando lo encuentre solo.
El cielo estaba azul y despejado mientras pedaleaba hacia Millbrook, el aire claro parecía estar limpiando mi mente de telarañas. Está la verdad, pensé, luego las mentiras piadosas, las verdades a medias y, por último, los embustes. Hay mentiras buenas y malas; algunas para proteger, otras para mantener la paz y algunas, supongo, son pura y simple cobardía. Como las veces que le dije a papá que estaba en un lugar donde no estaba para que no se enfadara; como decirle que estaba en una clase extra de la escuela cuando en realidad estaba vagando por ahí con Bec. ¿Qué es mejor?, me pregunté, y ¿qué hago yo? ¿Soy una persona sincera o una mentirosa?
Decidí que llevaría la cuenta de todas las mentiras, piadosas o no, que dijera, a partir de mañana.
Diez minutos más tarde, había dejado atrás Millbrook y llegaba a Barton Hall. Pero ¿cómo iba a entrar? El imponente portón de hierro forjado estaba firmemente cerrado. Divisé un pequeño intercomunicador en uno de los pilares y apreté el timbre.
Una cámara se puso en acción y me enfocó. Sonreí, esperanzada.
- Hola, Cat. Pasa - dijo la voz de Lia por el intercomunicador.
Luego oí un zumbido y, como por arte de magia, los portones empezaron a abrirse.
Mientras avanzaba en mi bicicleta por el largo y sinuoso camino privado, comencé a sentir cierta aprensión. Aunque había estado allí antes con papá, alguien había venido a recoger mercadería en el portón. Esta vez estaba entrando como invitada. Al menos Ollie no estaba allí. Eso sí que habría sido demasiado.
Me pareció que pasé muchísimo tiempo pedaleando, pasando por las caballerizas, las dependencias y un bosque interminable. Empezaba a pensar que me había perdido cuando, de pronto, los árboles se abrieron y vi a Lia y Becca esprándome al final de camino, con dos setters irlandeses retozando a sus pies.
La casa era imponente, como un viejo hotel, rodeada a ambos lados y detrás por bosques y, en el frente, había un jardín en terrazas cubiertas de césped con grandes palmeras en macetas enormes.
- Guau, Cat, tienes que ver este lugar - exclamó Becca mientras me bajaba de la bicicleta e inmediatamente empezaban a acosarme los perros, que me saludaron como a su más vieja y querida amiga -. Es asombroso. Tienen sus propias canchas de tenis, una piscina y hasta una sala de billar.
- Ellos son Max y Molly - dijo Lia -. Abajo perritos, abajo. - Max se agachó, pero parecía que yo le había caído muy bien a Molly, que sostenía mi manga fuertemente asida con los dientes. - Abajo, Molly, abajo. Lo siento, Cat, todavía es muy joven y se excita mucho cuando llega gente.
- Ehh, no hay problema - respondi, mientras Lia la apartaba. Apoyé la bicicleta contra el porche y miré los autos estacionados al costado de la casa- Un resplandeciente Mercedes plateado, un BMW negro y un Range Rover -. El chofer estaba ocupado, por eso vine en mi propio vehículo - agregué, riendo.
Lia sonrió tímidamente.
- ¿Quieres pasar? Te enseñaré la casa. Es decir, si a Becca no le molesta de nuevo hacer el recorrido.
- No, claro que no - dijo Becca.
La seguimos por el porche y atravesamos una puerta, que daba a un vestíbulo con cielorrasos altísimos, grandes espejos y una amplia escalera.
- Ésta es la sala - dijo Lia, mientras me conducía a una elegante habitación con un enorme mirador y hermosas cortinas gruesas que llegaban al piso. Por el ventanal se divisaba la vista más deslumbrante de los jardines del frente, que bajaban hacia el mar.
- Aquí tienen su propia playa privada - dijo Becca, que obviamenre disfrutaba mucho el paseo -. Y barcos.
Siguiéndolas de habitación en habitación, yo también empecé a disfrutarlo. Me sentía como una turista en una visita a una de esas mansiones históricas. Nunca había visto nada igual, salvo un hotel el año anterior para la boda de mi tía Brenda. Todas las habitaciones de la planta baja (¡había cuatro salas de estar!) tenían muebles bellos y cómodos, hogares con cestas de leña a un costado, y por doquier había lo que parecía antigüedades muy costosas. Arriba, todos los dormitorios (¡ocho!) tenían baño privado y algunos también tenían televisor.
- Debe ser alucinante vivir aquí - observé -. No tener que compartir el dormitorio o el baño y tener tu propia tele debe ser como tocar el cielo con las manos.
- Bueno, espero que alguna vez vengas a quedarte con nosotros - dijo Lia -. A mamá le encanta recibir gente.
- Sí, por favor - respondí, mientras nos conducía por un pasillo hasta otro dormitorio.
- Aquí vive nuestro Casanova - dijo.
- El cuarto de Ollie - agregó Becca, y me dirigió una sonrisa cómplice a espaldas de Lia.
Me parecía extraño estar mirando sus cosas privadas. Había montones de fotos de él con sus amigos y familiares, y el hecho de verlas me hizo sentir rara. Vuelvan a su caja, ordené a mis pensamientos. No pensaba quedarme allí, pero Becca se puso a examinar los estantes, los libros, los CDs.
Sonrió.
- Investigación. - Luego, mirando a Lia, me dijo - : No te preocupes, le dije que he visto a Ollie y que me gusta mucho. Lia ya conoce todos mis secretos.
Típico de Becca. Demuestra todo lo que siente y jamás puede callar algo por mucho tiempo.
Lia le sonrió.
- Pero no digas que no te lo advertí.
Por un momento sentí una punzada de celos. No por aquella hermosa casa ni nada de eso. Estaba celosa porque antes Bec y yo solíamos tener tan buena comunicación. No había secretos entre nosotras. Y ahora ella compartía secretos con Lia. Odiaba no poder contarle todo lo que me estaba pasando. Era como si se hubiese levantado una pared invisible y yo fuera incapaz de atravesarla.

Pasamos el resto de la tarde recorriendo la casa, pero incluso después de dos horas aún lo habíamos llegado a ver todo el jardín.
- Un día debes venir a conocer mi casa -dije, riendo. Nos llevará menos de cinco minutos. Tres habitaciones arriba, dos abajo y un baño pequeño.
- No les importa, ¿verdad? - preguntó Lia cuando nos detuvimos en la parte más alta del jardín.
- ¿Si no nos importa qué cosa? - preguntó Becca, confundida.
Lia señaló toda la propiedad con un gesto de la mano.
- Todo esto.
- ¿Que si me importa? Me encanta - resondí.
- Es solo que a veces la gente se pone un poco rar porque nuestra familia tiene tanto, ¿entienden?
- ¿Quieres decir que tienen envidia? - le pregunté.
Lia asintió.
- Espero que esto no impida que seamos amigas.
- Claro que no - dije -. Es decir, claro que me da un poquito de envidia, ¿quién no? Pero tenía la esperanza de que nos invitaras a Bec y a mí a vivir aquí. Nadie se daría cuenta. Podríamos acampar en uno de los establos, con los caballos.
Lia rió y pareció aliviada.
- Bien, vamos a pedirle a Meena que nos dé algo para tomar.
- ¿Quién es Meena? - preguntó Becca.
Lia pareció avergonzarse.
- Nuestra ama de llaves. Lo siento.
Mientras volvíamos a entrar en la casa y llegábamos a la cocina, que era más grande que toda nuestra casa, no pude sino pensar en lo extraña que es la gente. Allí está Lia, que lo tiene todo: belleza, padres elegantes, una casa enorme con ama de llaves, su propio dormitorio, baño, televisor y quién sabe que mas, y sin embargo le preocupa que nosotras no queramos ser sus amigas. Entonces me di cuenta de lo único que a Lia le faltaba allí eran amigos, que es lo que hace la vida más placentera, ya sea un lugar inmenso como aquél, o en una casita pequeña como la mía. Cuando muere alguien muy cercano, como la madre de uno, se aprende muy rápido que lo que importa es la gente. Los amigos. La miré con creciente admiración. Ella lo tenía todo pero no era en absoluto presumida, a diferencia de Jade, que se porta como si fuera un regalo del cielo. Los amigos. Eso es lo importante, pensé, y Lia obviamente lo sabe. Ojalá que lleguemos a ser amigas. Y ojalá que Becca y yo volvamos a ser como antes. Si tan sólo pudiera decirle la verdad ...


" Mentiras Inocentes " ; Cathy Hopkins

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