sábado, 14 de febrero de 2009

Empieza la fiesta !

- Te ves genial. -dijo Lia, cuando salí del baño de su casa.
Fui a mirarme al espejo del guardarropa.
El vestido era alucinante.
- Pero no estoy muy segura de las sandalias - dije.
No me había atrevido a ordenar también zapatos del catálogo, de modo que tuve que ponerme mis sandalias negras del verano. No hacían juego con el vestido y se veían un poco baratas en comparación con los zapatos sexis de Lia y Becca.
- Podrías ir descalza - sugirió Becca -, como aquella cantante de los años sesenta.
- Sandie Shaw - recordó Lia -. Creo que papá le envió una invitación, pero no sé si viene.
- Descalza con menos de 1,60 m - dije, riendo -. No lo creo; van a pensar que tengo nueve años.
La puerta del cuarto de Lia se abrió y entró una de las chicas más hermosas que yo hubiera visto. Igual que Lia, era rubia y delgada, pero tenía el cabello cortísimo, lo que destacaba sus pómulos a la perfección.
- Ustedes deben ser Cat y Becca - dijo, sonriendo -. Lia me habló mucho de ustedes.
- Y tú debes ser Estrella - respondí -. ¿Alguna vez te han dicho que encandilas?
- - rió, mientras evaluaba nuestro vestuario -. Especialmente los hombres desagradables que creen ser los primeros en tener esa ocurrencia. Vaya. Mírense, las tres. Cuidado, chicos, aquí hay tres chicas deslumbrantes para elegir: una rubia, una morena y una pelirroja -. Luego miró mis pies y suspiró -. ¿Qué número calzas, Cat?
- Treinta y seis.
- Ah. Perfecto - dijo, y desapareció, pero regresó un minuto después con una caja de zapatos -. Toma, pruébate éstos - prosiguió, mientras sacaba el par de zapatos más divino que hubiera visto -. Regla número uno de cualquier atuendo: que no te fallen los zapatos.
Me entregó un par de zapatos de gamuza color púrpura, de tacón bajo, con una florcita en la punta.
- Son de Emma Hope - explicó, y asentí como si supiera quién era Emma Hope -. Sexis pero, a diferencia de algunos zapatos de tacón alto, se puede caminar con ellos.
- Y ¿cuál es la regla número dos? - pregunté, mientras me probaba los zapatos.
- Que no te falle la ropa interior - respondió.
- Yo creía que eso era un caso de accidente - intervino Becca -. Mi abuela siempre decía eso cuando éramos pequeños. "Siempre tengan ropa interior limpia por si los atropella un coche. "
- No me refería a eso - repuso Estrella, riendo, y me guiñó un ojo como si yo supiera a qué se refería.
Los zapatos lucían fabulosos. Eran del tono exacto del vestido y, de pronto, el atuendo quedó perfecto.
- "Pues entonces irás al baile", le dijo el Hada Madrina - sentenció Becca.
- La historia de mi vida - le expliqué a Estrella.
Luego de que Becca hiciera su pregunta de rutina ( "¿Esto no me marca demasiado trasero? " ) y de que le aseguráramos que no, nos pusimos un poco de perfume, un toque de brillo labial y estábamos listas para hacer nuestra entrada.
La fiesta estaba a pleno cuando llegamos abajo. Sentía el estómago alborotado por la excitación al observar el ambiente: gente que conversaba y reía, el tintineo de las copas y el sonido de las botellas de champaña al ser descorchadas. La Sra. Axford había iluminado la casa con velas y se veía maravillosamente romántica, bañada en esa suave luz color miel.
- ¿Qué es ese aroma tan delicioso? - pregunté a Lia.
- Jazmín. Mamá compró velas aromáticas. Es celestial, ¿verdad?
Asentí. Celestial era la palabra exacta. Todos estaban taaaan elegantes con vestidos de noche y zapatos bellísimos. Al ver a todos aquellos invitados, me alegré de haber comprado el vestido; de no haberlo hecho, habría quedado muy fuera de lugar. Vi a Zoom, filmando de una habitación a otra, y nos saludó con la mano al vernos; luego nos enfocó con la cámara un momento antes de seguir hacia otra parte. Parecía encontrarse en su elemento.
- Voy a saludar a unas personas - dijo Lia -. Vuelvo enseguida, sírvanse lo que quieran.
Becca y yo nos sentíamos tímidas y sorprendidas por todas las caras famosas que había allí. Al principio, nos quedamos cerca de la escalera, tratando de no parecer tan fascinadas viendo pasar estrellas a quienes sólo habíamos visto en la MTV. Y ahí estaban, de carne y hueso. En la misma fiesta que nosotras.
- Dios mío - dijo -. ¿Ese tipo no es el de aquella banda, The Heartbeats?
Me di vuelta para mirar.
- Sí, es él, Bec, creo que no me voy a atrever a cantar delante de toda esta gente.
- Tonterías - replicó Becca -. Es una sola canción y la ensayamos muchísimo. A propósito, ¿no has visto a Jade? Iba a traer la base instrumental.
Un poco después vi a Jade, que venía hacia nosotras entre la multitud. Ella también se veía increíble, con una mini de cuero blanco y una chaqueta con remaches.
- Bien rockera - le dije.
Jade estaba de buen humor.
- Gracias. Y me gusta tu vestido. En realidad, estaba buscándolas. Debemos actuar pronto en el salón verde.
- ¿Tienes la cinta? - le pregunté.
- No - dijo -. Ibas a traerla tú.
- No, yo no. Te la di a ti.
- No me la diste.
- Si te la di.
No quería arruinar la noche con una discusión.
- Miren. Es una canción muy conocida, así que busquemos a Lia y preguntémosle si, por milagro, tiene un CD con es pista; al menos podremos cantar con el CD.
- Buen plan - dijo Becca, que estaba mirando a Jade con furia.
- Tú ve por allá, Bec - le dije, señalando a la derecha -. Jade, tú busca arriba y yo iré por allá. Nos encontraremos aquí en diez minutos. Luego quizá podamos ensayar una vez más en el cuarto de Lia.

Me daba un poco de timidez caminar por allí sola pero, en cierto modo era halagador, pues recibía bastantes miradas de los hombres presentes. Eran todos muy viejos, pero aun así era agradable que repararan en mí.
- Te ves muy bien - dijo Mac, sonriendo, al pasar con una bandeja de bebidas.
- Tú también - respondí -. Me gusta cómo te queda ese traje de mesero.
- Muy cierto - ronroneó una señora rubia de mediana edad mientras aceptaba una copa -. Me encantan los hombres con uniforme.
Mac la siguió y me dirigió una cara de incredulidad.
Entré al salón verde, donde ya había empezado el show de los talentos. Una mujer a quien creí reconocer de la televisión por cable estaba cantando y tocando el piano. Era brillante y la multitud aplaudió con ganas cuando terminó. Me quedé a escuchar un momento mientras buscaba a Lia con la vista. Ollie estaba del otro lado del salón y, al verme, se llevó la mano al corazón y me sopló un beso. Me puse muy contenta. Iba a ser una fiesta excelente.
Luego subió al escenario una mujer que cantó una canción de Madonna. Era pésima, realmente horrible, y traté de no mirar a Ollie porque sabía que me reiría. Cuando terminó, todo el mundo volvió a aplaudir con ganas y, cuando la mujer bajó del escenario, oí que le decían: "Felicitaciones" y "Brillante actuación".
Todos somos embusteros, pensé, y a veces con razón. Si alguien le hubiera dicho "Cantaste horrible", le habría arruinado la noche. La reacción de los invitados me confirmó una vez más que había um momento y un lugar para decir una mentira piadosa. Mientras la Sra. Axford anunciaba el siguiente acto, recordé que debía estar buscando a Lia y obligué a seguir haciéndolo.
Busqué en dos de las salas a la izquierda pero no había señales de ella. Tampoco había rastros de Jade o Becca junto a la escalera, de modo que decidí probar en el estudio del Sr. Axfprd. Cuando abrí la puerta para asomarme, no había nadie allí, pero me detuve un momento para apreciar el ambiente.
Igual que el resto de la casa, el estudio estaba bañado por la luz de las velas y alguien había encendido el hogar. Era muy acogedor, como uno de esos clubes para caballeros que se ven en las películas, con paneles de madera en las paredes, sofás de cuero oscuro y altas bibliotecas llenas de libros. No pude evitar echar un vistazo a algunas de las fotos enmarcadas del Sr. Axford cuando estaba de gira con su banda, Hot Snax. De pronto, dos manos me tomaron por la cintura, me empujaron con suavidad hacia el interior de la habitación.
Ollie cerró la puerta, me tomó la mano y me llevó a uno de los sofás.
- Ven a sentarte junto al fuego, Cat.
Me senté en el borde del sofá; él se sentó a mi lado y se recostó. Se veía muy sexy, y sentada allí en aquel ambiente tan romántico, volvieron a invadirme todos los sentimientos que había estado reprimiendo.
- Al fin solos - dijo, volviendo a tomar mi mano.
- Pero no estamos solos - bromeé, nerviosa -. Hay muchísima gente.
Rió y me rodeó con el brazo.
- Ya lo sé. Pero no hemos podido conversar como se debe en mucho tiempo. Desde aquel día en la playa.
Me alejé un poco de él, pero volvió a acercarse.
- Tranquila - dijo -. No te voy a atacar.
Sonreí. ¡Qué nerviosa estaba! Me sentía tonta, como una chiquilla inmadura. No quería que pensara que era inexperta o una monja, de modo que no volví a apartarme. Además, me agradaba. Me gustaba la sensación que me provocaba siempre que estaba cerca. Calmada y caótica a la vez.
- ¿Alguna vez te dijeron que tienes una boca hermosa? - preguntó, con la mirada fija en mis labios.
Meneé la cabeza y traté de pensar en algo gracioso que contestarle, pero era demasiado tarde: se inclinó y me besó.
Al principio iba a apartarlo, pero me agradaba mucho. Él besaba muy bien: con suavidad y firmeza a la vez. Justo cuando me atraía más aún hacia el respaldo del sofá, se abrió la puerta.
- Lo siento. ¡Oh! ¡Eres tú! - exclamó Becca, muy pálida, cuando nos vio. Luego salió corriendo y dejó la puerta abierta.
- Cielos, debo irme - dije a Ollie, que pareció desconcertarse cuando lo aparté de un empujón y corrí detrás de Bec.
La busqué por todas partes con deseperación, pero parecía haberse esfumado.
- ¿Has visto a Becca? - pregunté a Lia, que estaba conversando con Mac en la cocina mientras él reponía las bebidas en su bandeja.
- La vi subir - dijo Zoom, a quien vi de pronto tendido debajo de la mesa.
- ¿Qué haces ahí abajo? - le pregunté.
- La Sra. Axford me pidió que filmara la fiesta desde todos los ángulos - respondió -. Lo bueno, lo malo y lo feo.
- Hummm - dije, dirigiéndome a la puerta -. Hablando de malo, no has visto a Jade, ¿verdad?
- La vi entrar al estudio - respondió Mac.
No pude resistirme. Tenía que ver si Ollie seguía allí y si Jade estaba haciendo su rutina de "Soy de cualquiera pero especialmente tuya".
Recorrí el pasillo con sigilo, abrí un poco la puerta y espié hacia adentro. Se me detuvo el corazón. Efectivamente, Ollie seguía allí. Y estaba besando a Jade. Sentí como si me hubieran dado un puñetazo en el estómago y tratabillé, atónita. Oh, Dios mío, así debe haberse sentido Becca. Y todo por un chico estúpido que sólo quiere besarse con alguien, no importa quién. ¡Diablos! ¡Era rápido! ¿Cómo había podido ser tan iingenua como para creerme especial? Lia me había prevenido, y me había hablado de todas esas chicas tontas que pensaban que lo cambiarían.
Corrí hasta la cocina y encontré a Zoom filmando desde encima del refrigerador.
- ¿Esa cámara tiene reproducción instantánea? - le pregunté.
Asintió.
- ¿Puedes filmar algo o, mejor dicho, a alguien por un momento? Pero que no te vean.
Zoom volvió a asentir y bajó de un salto.
- Me gusta filmar en secreto; da interesantes resultados. Adelante, yo te sigo.
Regresamos al estudio en puntas de pie y, una vez más, abrí la puerta para que Xoom pudiera meter la cámara.
- Ah, ahora te entiendo - dijo, al ver que aún seguían en el sofá. Filmó unos segundos y luego retiró la cámara.
- ¿Quieres, por favor, mostrarle eso a Becca? Quiero mostrarle que Ollie persigue a cualquiera y que no vale la pena estar enamorada de él.
Zoom me miró con atención.
- De acuerdo. Pero ¿tú estás bien, Cat? Pareces alterada.
- Estoy bien - respondí, recordando algo que había oído decir a una chica de undécimo año en la escuela. "Bien", había dicho: B:Boba. I:Insegura. E: Exhausta. N:Neurótica.
Lia nos llamó desde la escalera.
- Bec está en mi baño - dijo -. ¿Quieren subir?
Me volví hacia Zoom.
- Déjame hablar con ella primero, ¿de acuerdo?
- Está bien.- Se encogió de hombros -. Si estás segura de que esto es una buena idea.
Subí la escalera corriendo y entré a la habitación de Lia. Llamé a la puerta del baño.
- Bec, soy yo. ¿Puedo pasar?
- Vete - dijo.
- Por favor, Bec.
- VETE. No quiero hablar contigo.
- Pensé que querrías saer que ahora Ollie está besándose con otra allá abajo.
Silencio.
- Está besándose con Jade.
Silencio.
- Becca. Sólo quiero que sepas que él no vale la pena. No quise besarlo. Estaba buscando a Lia y él me empujó al estudio y me besó, justo cuando tú entraste.
Silencio.
- Él dio el primer paso.
Más silencio.
- Oh, por favor, Becca. No vale la pena pelearnos por él.
Oí destrabarse la puerta.
-¿Cómo sé que no lo estás inventando?
- Espera aquí.
Salí al corredor y llamé a Zoom.
- Reproduce el video, Zoom.
Zoom hizo lo que le pedí y mostró la escena que acababa de filmar. Becca la observó y luego me miró.
- ¿Zoom sabe lo que pasó antes? - preguntó.
Sentí que se me aceleraba el corazón. Por favor, no digas nada, pensé. Ahora no. No de esta manera. No sería justo para Zoom.
- Hace mucho que estaba detrás de Ollie - prosiguió Becca -, desde que fuimos a Rock y quién sabe cuánto tiempo antes.
Quise morirme.
- Jade es una cerda. Sabía que me gustaba Ollie, pero ni siquiera me dió una oportunidad. Que tengan suerte.
De pronto, enlazó su brazo con el mío y sonrió.
- Son el uno para el otro.
- Esa es la actitud - dijo Zoom -. Te felicito, Becca. Tienes razón: si no se fijó en alguien tan fabulosa y divertida como tú, olvídate de él. Bueno, debo irme, tengo más gente que filmar. - Se llevó la cámara al ojo y filmó el dormitorio un momento -. Hasta luego.
Cuando se fue, miré a Becca.
- Lo siento mucho, Bec.
Becca se encogió de hombros.
- ¿Besa bien?
No quise mentirle, de modo que asentí.
Becca volvió a encojerse de hombros.
- A veces se gana. a veces se pierde. Hace semanas que estoy obsesuinada por él y apenas me ha mirado. Y Lia me advirtió que era así. No dejaré que me arruine la noche. Y, para serte sincera, ya empezaba a cansarme de él. Los amores no correspondidos no son lo mío.
La abracé con fuerza.
- Eres mi mejor amiga, Becca. La mejor de todas. Y lamento muchísimo haber besado a Ollie.
- Yo también. Pero tienes razón, no vale la pena pelearnos por él, ¿verdad? Me sentí muy mal ahí sentada en ese baño.
Volví a abrazarla.
- Hace años que somos amigas, Bec; es importante que no dejemos que nada se interponga. Los chicos viene y van, pero los verdaderos amigos siempre estarán.
- Sí. Y Lia nos previno sobre él. Creo que no tienes la culpa de que le hayas gustado.
- Yo, Jade y medio mundo - repuse.
- Si, quizá. Pero esta noche no pienso cantar con Jade.
- Me parece bien. De todos modos, no quería hacerlo. Aunque ... sí podríamos hacer un acto de arrojar cuchillos.
Becca sonrió.
- ¿Con Jade como blanco?
- Exactamente.
Becca se peinó el cabello que, por una vez, le había quedado lacio y liso, y se volvió hacia mí.
- Olvidémonos de él, ¿sí? Los chicos no valen la pena.
- De acuerdo - respondí -. Los amigos valen mucho más. - Me acerqué a ella frente al espejo y empecé a cantar: "El amor duele, el amor deja cicatrices ... "
- "El amor lastima y destruye", cantó Becca a su vez, y reímos.
Lia entró y nos encontró tiradas sobre la cama, riendo a más no poder.
- ¿Qué ocurre?
- Acabamos de decidir que los chicos apestan - dijo Becca.
- Incluido mi hermano - agregó Lia.
- Te rompen el corazón - suspiré.
- Muy cierto - dijo Lia -. Vayamos entonces a hacerles lo mismo.
Nos retocamos el maquillaje y el peinado y salimos al segundo round.
Nos dirigimos a la cocina, que es donde parecían estar casi todos los chicos, atracándose de bocaditos y de canapés como si nunca hubieran comido.
Qué alivio, pensé, al ver a Becca entablar conversación con Mac y luego reír por algo que él decñia. Todo va a estar bien. Nada podría ser peor que lo que había pasado media hora antes.
- Voy a tomar un poco de aire - dije, mientras abría la puerta y salía a la terraza.
Una ves afuera, me recosté contra la pared y levanté la vista hacia las estrellas. Me sentía triste. Si bien había actuado como si no me importara, aún me dolía haber encontrado a Jade con Ollie. Había creído que teníamos algo especial y que él sentía lo mismo por mí. Ja.
Qué gran lección, pensé. Enorme lección. No todos los chicos son como Zoom, confiables y fieles. Si confías en el chico equivocado, terminas lastimada. Qué ingenua había sido.
En ese momento, Max y Molly se percataron de mi presencia. Seguramente los habñian sacado al jardín para que no importunaran a los invitados. Saltaron a mi alrededor con su entusiasmo habitual y traté de apartarme antes de que me ensuciaran con sus patas embarradas. Abrí la puerta para volver al interior, pero fue demasiado tarde: Molly atrapó con la boca el dobladillo de mi vestido y, cuando intenté entrar, oí un sonoro desgarro.




" Mentiras Inocentes " ; Cathy Hopkins

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